En septiembre de 2013, Chile cumplió 40 años desde que se instaló la dictadura encabezada por Pinochet mediante un golpe de estado y el bombardeo del Palacio de la Moneda. Cada año se reconoce esa fecha dolorosa, marcada por el incendio de micros en las afueras de la ciudad y otras delincuencias, sólo una semana antes de que Chile pare para celebrar las ‘Fiestas Patrias’; la celebración del nacimiento de la nación el 18 septiembre de 1810. El dolor se va disipando, reemplazado con un sentimiento sumamente diferente; la alegría. Ser australiano frente a esta patria afiebrada que comparte la gente chilena me impacta conmueve muchísimo y me exige mantenerme callado respecto a mis ideas acerca del patriotismo. Soy un huésped de esta cultura y, mi amigo, ‘¡ya viene la semana de los asados, copete, carrete y las ganas de pasarlo bien!’
Durante cinco días se transforman los parques grandes y conocidos de la ciudad, transformándolos en fondas enormes; lugares de comida y baile tradicionales de Chile alojados en marquesinas amplias. Ahí se junta la gente, pagando una entrada según el parque de su gusto y su ubicación en la ciudad, y, junto con la música que alcanza en algunos momentos a un nivel ensordecedor, empieza a ingerir carne y alcohol. De las opciones alcohólicas hay dos consideradas más ‘dieciocheras’ que otras: la chicha chilena y el terremoto. La primera es un trago hecho del jugo de uva fermentado pero no tanto como el vino. Queda dulce y fuerte y un poco tosco como si fuera algo fermentado en el barril, por así decirlo. No es de mi gusto. Y el terremoto, una jarra más o menos de vino pipeño – también un mosto poco fermentado – que consiste en la base del trago al cual se añade granadina, y se termina luego con una bola de helado de piña. Además se echan fernet o vodka como extras opcionales. Bueno, entonces imagínense un vaso de casi un litro lleno de un líquido a 8.8 grados al cual se echa además un chorrito de vodka que hace que llegue la bebida a los 10 grados. Este trago es bien dulce y a la vez fuerte pero se bebe con facilidad, de manera que poco después empiezan esos temblores grandes que explican el gran misterio del por qué del nombre ‘Terremoto’.
Tradicionalmente, y en lo que yo diría ‘humor morboso’ el ‘Terremoto’ no es el único trago que constituye la experiencia entera de ese mismo trago. Se acompaña muchas veces con la ‘Réplica’ – es decir ‘eso que viene después’. Aquellos que sepan algo de los terremotos seguro que sabrán que un terremoto no es un acontecimiento aislado sino que viene acompañado de otros temblores menos fuertes o ‘réplicas’. Como transcurrió en Japón en 2011, también ha pasado en Chile, así que en el sur del país se ha incluido el ‘tsunami’ en el orden de tragos. Después de eso, seguro que acabas ahogado.
Armando un Terremoto!
El 19 de septiembre tuvieron lugar las ‘glorias del ejército’ en el Parque O’Higgins – el parque más grande de Santiago. Había miles de personas desplazadas a lo largo del área de pasto tomando, charlando y pasándolo bien, en tanto que docenas de volantines (cometas) nos sobrevolaban y el ruido armónico indistinguible de miles de voces me rodeaba, envolviéndome en las festividades. Se habían enarbolado banderas chilenas enormes por encina de unas astas muy altas donde quedaban, desenvolviéndose elegantemente en la brisa. Puestos y kioskos pequeños seguían los caminos y sendas desde los cuales emanaban gritos de ventas y olores fuertes de carne asándose sobre parrillas numerosas.
Pero claramente el foco del día era lo que estaba llevándose a cabo en la amplia pista pavimentada en medio del parque. Rodeado por una muchedumbre de espectadores ávidos que blandían cámaras y niños, desfilaban en filas pulcras miles de militares de todos los sectores de las fuerzas armadas y regimientos de carabineros (la policía de Chile). De vez en cuando escuadrones de la fuerza aérea nos sobrevolaban acompañados siempre por un altavoz engrandeciendo cada maniobra y despliegue de los militares, contándonos de las ‘glorias del ejército’. Fue de verdad interesante, pero no me impactó tanto que me exigiera cambiar mis sentimientos acerca de las fuerzas armadas y su papel, tal como yo lo veo, de ser el instrumento autoritario del estado y de los intereses económicos y poderosos del estrato alto que gobierna todo el país. Espectáculos así me parecen pretextos aprovechados por los militares para demostrar a los ciudadanos lo impresionante, llamativo y a la vez todo lo poderoso que tiene el país (o mejor dicho esos sectores de poder). Se envuelven en retóricas nacionalistas, retratándose como el orgullo del país y vigilantes de las masas populares cuando en realidad jamás han desempeñado ese papel.
Cabe mencionar que, igual que en Argentina, asistí a un auténtico asado chileno el 18 de septiembre con la familia de mi compañero de casa Cristian. Fui con él a la casa de su familia en la comuna de Renca, que cuenta con una vista buena del cerro, y allí en el patio trasero pasamos el tiempo comiendo, charlando y tomando hasta el atardecer. Todo bien relajado y buena onda, lo que me hizo pensar en las reuniones familiares que había tenido en Australia, con la excepción de que jamás alcanzamos a veinte personas. Según Cristian, eso fue ‘solamente la mitad’ ya que los demás estaban fuera de Santiago para las fiestas. Un rasgo chileno que me gusta mucho es el de la familia grande, que se junta, desde sus miembros más viejos hasta las guaguas, para pasarlo bien.